La primera edición de este proyecto nos lleva a Can Llupià, un centro coordinado desde la Generalidad de Cataluña que tiene una capacidad máxima de 120 internos. Los perfiles educativos son muy diversos, conviven chicos/-as analfabetos y jóvenes que han abandonado la educación secundaria obligatoria, pero también hay muchos matriculados en talleres y en la escuela de adultos; de hecho este es una de las razones de ser de Can Llupià, el acompañamiento personalizado en la formación de los internos.
Gran parte de estos jóvenes han convivido con situaciones socio-familiares desfavorecidas y un alto índice de pobreza y marginalidad. El objetivo del centro es conseguir la reinserción social y laboral. Y, en el caso de los más jóvenes, continuar con su proceso educativo y formativo.
Con el proyecto Traspasando Muros , la Fundación Setba quiere acercar el arte a este colectivo, demostrar que es un lenguaje de expresión válido, crear complicidades en el grupo y hacer visible la realidad de dentro de este espacio, para que se conozca más allá de sus muros.
REVOLUPIÀ
El subtítulo de la iniciativa es “Revolupià” un acrónimo formado por las palabras: revolución y (Can) Llupià.
El nombre es una propuesta de Marcel·lí Antúnez, que dirige el proyecto. Cofundador de La Fura, Antúnez es reconocido internacionalmente como una de las figuras más relevantes del arte electrónico y la experimentación escénica.
En los últimos años la calidad interactiva de los trabajos de Antúnez ha traspasado el ámbito del arte para adquirir una vertiente claramente social. Se trata de obras en las que el artista cuenta con la colaboración de otros creadores, organizaciones o simplemente habitantes de un lugar. El caso más evidente es el trabajo ALSAXY, producido en 2015 en el problemático barrio de Hautepierre, en la periferia de Estrasburgo, Francia.
El trabajo sobre el muro de Can Llupià dura 4 semanas y participan una cincuentena de jóvenes. La narrativa plantea el paso de la reclusión, que se plasma en la parte derecha del muro -a tocar del edificio- hasta llegar a la salida al mundo exterior, pasando por la maduración y el crecimiento personal de los “pájaros”.
En esta primera edición se pintan 20 metros del muro, iniciando así una acción artística que se replicará cada año con nuevos jóvenes internos, creando una obra de arte plural y participativa.
El resultado es un éxito absoluto a nivel plástico, pero sobre todo en cuanto a la satisfacción de los participantes.